"La belleza es una carta de recomendación de Dios", una cita celebre del filósofo francés, Voltaire, y que parece que se convirtió en la sentencia de desgracia para muchos seres humanos; y es que pesar de que la belleza es subjetiva y que está en los ojos de quien la ve, ciertamente a la fealdad no le quedan muchos argumentos para demostrar lo contrario.
El ser humano ha tenido cierta atracción a lo perfecto, y lo perfecto es bello, pero ¿porque tanta discriminación a lo no agraciado físicamente?, tal parece ser que la vista es el sentido más importante del hombre.
Y es que la frivolidad humana nos ha llevado desde tiempos remotos a buscar solo la belleza como única referente de todas las cualidades positivas del hombre. Y no que es apreciar la belleza sea malo, porque observar un amanecer, el vuelo de un ave, el color del mar, el paisaje es espectacular y gratificante; lo malo es volver la belleza en una unidad de medida que se aplica al ser humano para valorarlo y cualificarlo.
Según la regla superficial de la belleza, quien tiene esta gracia merece todo nuestro respeto y todos los éxitos, mientras que una persona fea, se merece todo lo malo, según el pensamiento superficial de la sociedad moderna y prejuiciosa, el feo no tiene derecho a ser amado, no tiene derecho a un buen trabajo, no tiene derecho a prestigio, el feo debe ser relegado y ser castigado socialmente por ser feo. La persona no agraciada físicamente tiende a ser asociada con el delito, la suciedad, el pecado, la falta de inteligencia, los trabajos de bajo perfil, etc.
Un refrán de los tiempos de antaño, ratifica esta teoría, decía así: " Al pobre y al feo todo se le va en deseos", es triste que esta premisa siga vigente en la sociedad actual.
Aunque en algunas pequeñas culturas se tiene un concepto de belleza diferente, lo cierto es que la cultura occidental basa todo su poder en la belleza, todo viene inmerso en un código establecido años atrás cuando la mitología, la religión, los medios audiovisuales, la pintura, la escultura la literatura, los cuentos infantiles (princesas y príncipes hermosos, el resto de gente feos, por eso son perdedores) comenzaron a difundirse y plagaron a casi todo el planeta de la idea errónea de que el poder, la fuerza, el heroísmo, la victoria y el amor, solo podían ser cualidades de las personas con belleza; tanto así que toda la iconografía de estas manifestaciones crearon un estándar de belleza que aún perdura en nuestros días, pinturas y estatuas que reflejan Dioses y héroes con determinadas características, rostros blancos, cabellos dorados, nariz recta, boca pequeña y delineada, ojos grandes y por lo general azules, cuerpos torneados, en fin perfectos; y si nos fijamos en los malos, los demonios y demás, son, negros, despeinados, nariz ancha, boca grande, cuerpos deformes.
De forma muy sutil, algunas sociedades han tratado de
cambiar ese concepto para dar más importancia al intelecto y la espiritualidad,
pero no es fácil, todo entra por los ojos. Muchas personas envían sus hojas de
vida sin la fotografía, para tener un poco más de oportunidad laboral, es
triste pero cuando llega una vida a una empresa lo primero que miran es la foto
del aspirante, y de diez hojas desechan siete.
No es mi objetivo ir en contra de la belleza, de ninguna manera, solo quiero sembrar en los lectores un cambio de mentalidad, dejar de regirnos por reglas triviales y superficiales, dejar de tener etiquetas, como aquellas que dicen que todo feo es más inteligente, que todo feo es buena persona, No, todos poseemos habilidades, destrezas y defectos, que forman parte de un todo y deben ser por tal motivo, valorados en conjunto. Pero sobre todo quitarnos del pensamiento la idea de que solo lo bello es bueno y nos hace felices.
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